Berrinches melómanos
8 minutos de lecturapor Alberto R. León
Hace un par de días salió publicado un artículo que hablaba sobre el estado actual de las cosas en cuanto a las audiencias en Spotify. En esta nota el autor se queja amargamente de que la canción de “One Dance”, de Drake, sea el track más escuchado de Spotify por encima de los grupos que él considera deberían tener ese lugar. ¡¿En serio?! Estaba leyendo la opinión de una persona caprichosa y poser que se quejaba de que The Beatles no estaba en el puesto número uno al tiempo que se preguntaba, cito, “¿Por qué un rapero es más popular que legendarios grupos como Rolling Stones, The Police o The Beatles?”. ¡Por favor! Además se atrevía a cuestionar el gusto de las audiencias con cavilaciones trasnochadas sobre lo que es buena música y mala música, oraciones tipo: “Saber que ‘One Dance’ es la canción más escuchada en todo el mundo provoca una sensación de vacío existencial en las personas que aún consideran a la música arte”. Pensé entonces, “vaya, valiente opinión estúpida”.
No conforme con ello el drama se continúa gestando al reprochar inconsolable a los “adolescentes millennials” (porque el autor imagina que se trata de jóvenes menores de 18 años sin siquiera tratar de informarse) su falta de memoria histórica y dependencia a internet, casi casi reprocha que la gente ya no vaya a truequear viniles al Chopo y por esa causa la cosificación digital pudrió sus neuronas. Un chiste todo el texto. En alguna otra parte este redactor dice que las personas “no quieren distinguirse de nadie y les importa un carajo la opción de escuchar canciones especiales”. ¿Distinguirse de qué o de quién y que alguien me explique qué chingaos es una “canción especial”, ¿es la que monigotes sabelotodo me dicen que debe ser, o aquella que está presente en momentos imborrables de tu vida, que fuese cual fuese siempre será recordada? No me imagino a ninguna persona en su sano juicio pensando “oh por dios, este es un momento especial debería poner en Spotify una rola de Zappa”, para nada.
El problema central de esta opinión es que apesta a un esnobismo malogrado. La visión recalcitrante de alta y la baja cultura, la deformada dicotomía de lo culto y lo vulgar se exuda en un texto que deja ver la ignorancia y desinformación de su autor, quien pareciera vive en una idea errónea de que los “legendarios” grupos nacieron en los pedestales que las élites culturales los mantienen y no se consolidaron después de una trayectoria, por ejemplo The Beatles, los “Drakes” de los 60’s, o el ruido de Einstürzende Neubauten, muy criticado en su momento. Aquí quien realmente no tiene memoria histórica es el autor, quien en su afán de sabio olvida que Sex Pistols realmente eran una mierda tocando y representaban la escoria de una sociedad en decadencia, aun así hoy tienen ese estatus de banda legendaria. No reclama que Led Zeppelin era una versión rock de la música de Blind Willie Johnson y el blues de los 40’s, y que sus éxitos son plagios descarados, pero aun así son una banda legendaria. Tampoco leo que recrimine que grupos como Nirvana se hayan convertido en un referente de moda global para sacar líneas de ropa y accesorios inspiradas en el grunge. Una opinión plagada de errores tan tristes de ver en la crítica musical, como la supremacía de géneros musicales, de audiencias. La diferencia con el pasado es que no había Spotify, pues si hubiera existido “Hero”, de Mariah Carey, o “I’ll Make Love To You”, de Boyz II Man, hubiesen estado por encima de Pixies o de Nirvana, así son las cosas.
La falacia de por qué es un rapero y no un grupo de rock me da lástima. Tupac, Notorious B.I.G., Run DMC, Wu-Tang Clan, Onix, NWA, Nas, Jay-Z, A$AP (el movimiento), Kendrick Lamar, D’Angelo, A Tribe Called Quest, Beastie Boys, De La Soul, Drake y un muy largo etcétera (incluyendo literalmente a Kanye West, a quien por cierto odio pero de quien reconozco un aporte.) son rap. El autor debería dejar a un lado sus pensamientos clichés de rock y meterse en serio a la música para poder hablar de ella.
El único tema que me parece de especial atención (tocado muy superflua y laxamente por el mismo autor) es el monopolio de Spotify en el mundo digital y su aparato comercial. Tema que apetece para un post exclusivo, pues es harto complejo.
Música mala, como arte malo, siempre va a existir, no estamos exentos de eso, porque ese fenómeno de música hiperdesechable no es de hoy ni exclusivo de la música, también lo vemos en la literatura, en las artes plásticas, en el teatro, etcétera. Al final pervive quien realmente tenga, por su trabajo, argumentos para pervivir, en este sentido me alegro informar que Peter la Anguila y LMFAO no volverán, al menos eso parece, no es el mismo caso de Bruno Mars, por ejemplo, o del propio Drake, quienes se han mantenido con cosas que se pueden considerar de calidad y que están muy bien hechas, y que paradójicamente, al menos en el caso de Mars, me recuerdan a un joven Al Green. El problema, según me transmite el texto de Cultura Colectiva, es un problema con el tiempo, y más exactamente con los nuevos artistas que por diversas cuestiones tienen un éxito masivo, lo cual efectivamente no es un motivo de que sea proporcional a la calidad, sin embargo tampoco es para rasgarse las vestiduras.
Muchas de las audiencias escuchan música por escucharla sin importar de quién se trate, solo tiene que gustarle y ya, y no podemos reclamar eso, así como muchas personas leen por leer o visitan museos por obligaciones académicas. Es claro que hay una mafia, es claro también que los servicios de streaming contribuyen no solo a la sobreexposición de ciertos artistas, sino a la seguridad en la información de los usuarios de esos servicios. El abanico de posibilidades para realizar una crítica musical es amplio, pero seguir con argumentos papanatas de que la buena música es mi canon personal sería para estar molesto porque Nick Cave no es el artista más escuchado de Spotify (al menos en mi caso).
Quizá mañana salgan nuevos grupos y varios de los que hoy están pasen a engrosar ese panteón romano del que tanto se echa en falta en el texto mencionado. La función que al menos veo necesaria para el crítico de música, en lugar de lloriquear porque ciertos artistas no le gustan, es entender el tiempo y las propuestas, ver más allá de lo evidente. Es diferente emitir un juicio pensado, correctamente argumentado, informado, consistente, para hablar de algo a solo vaciar una opinión caprichosa de un bato a quien no le gusta Drake o Justin Bieber, para eso está Twitter y Facebook. También aprovecho para exponer brevemente el caso contrario, cuando los nuevos críticos de música se deshacen en elogios hacia los proyectos, no todo es tan diáfano ni tan opaco, la gradación y el juicio sobre el comentario es importante, no debemos de perder de vista, como redactores, que el compromiso es entender lo que sucede, la crítica de música no debe estar exenta de pasión, pero también debe ser inteligente, no hueca y visceral.
P.S.: Lo realmente lamentable es que la canción más escuchada de Spotify no sea Work, de Rihanna y, vaya, Drake.
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