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¿De qué hablamos cuando hablamos de poesía?

5 minutos de lectura

por Alberto R. León
categorías: poesía | presentación

Tránsito

Cuando Sergio García me pidió que escribiera un texto que explicara qué era para mí la poesía contemporánea, no puede evitar decirle “nadie sabe lo que es la poesía”. El día de hoy, en esta fiesta que se celebra a la poesía mantengo esa aseveración: NADIE SABE QUÉ ES LA POESÍA.

Recuerdo el cuento de Raymond Carver, poeta y narrador estadounidense, “De qué hablamos cuando hablamos de amor”, título por demás escandaloso y estimulante que te invita a leerlo sin un “pero” de por medio. A grandes rasgos, la narración sucede en una tarde de copas entre dos parejas que debaten sobre cómo y cuáles son las maneras de amar. El cuento deja entrever una cosa, todo mundo entiende lo que quiere por amor, puede ser por medio de la violencia, de la razón, de la búsqueda y de la huida. Como conclusión, Carver deja en claro una cosa, nadie sabe lo que es el amor.

Sírvame de ejemplo la conclusión de Carver para decir lo mismo de la poesía. Podemos marcharnos a nuestra casa, o ir a tomar una cerveza a un bar y en el fondo cada quien tendrá una idea de lo que es la poesía, y más aún, la poesía contemporánea. Porque es necesario señalar que ese adjetivo complica aún más las cosas, apelar a una palabra como “contemporáneo” subjetiviza nuestro problemático concepto de “poesía” ¿Qué es y bajo qué condiciones podemos asegurar que algo es contemporáneo? Podemos sin suda compartir el mismo espacio y el mismo tiempo y escuchar la poesía más recalcitrante y clásica que jamás haya sido leída y, al mismo tiempo, podemos escuchar propuestas de poesía que integren otros elementos, ya sea spokenword, performance, música y tecnología, programación HTML, etc., y serán perfectamente, todas, contemporáneas. Decir poesía contemporánea es también decir nada.

Pero no se trata de ser sentenciosos o amargados, se trata de problematizar cosas que suelen darse por hecho, cosas que me parecen peligrosas decir, por ejemplo qué es algo y qué no es ese algo. Y ahí es donde podríamos encasillar un concepto, porque en el discriminar qué es poesía y qué no, se ha materializado el oficio del crítico y del poeta, es común escuchar “fulanito hace buena poesía”, “menganito escribe poemas mediocres”, “el maestro, gran poeta”, etc., marcas de superioridad o inferioridad rodean el llamado quehacer poético, quiero decir, escritor poeta, quiero decir, escritor poeta cuasi semidios. Pero regresamos una vez más a mi pregunta inicial ¿de qué hablamos cuando hablamos de poesía?

La poesía es tal vez una de las prácticas culturales más arraigadas en la humanidad, una tradición milenaria, una estructura que a lo largo de eras ha cumplido funciones específicas en momentos específicos. Si recordamos un poco, en la Grecia clásica, la poesía épica tenía una función no fantástica, tal como el día de hoy percibimos en las obras de Homero o las tragedias de Sófocles, sino que eran de carácter ritual y de enseñanza. La poesía épica hispánica, con los cantares de gesta medievales, como el de Mío Cid, eran entretenimiento y ejercicios de memoria de carácter narrativo. Durante los siglos de oro, la poesía era una herramienta política y teológica, una mala lectura de Góngora puede llevarnos a creer que el hombre escribió sus sonetos bajo el influjo romántico. No fue sino hasta el romanticismo en que la poesía pasó de tener una función politico-histórica a convertirse en puras visceras que se opondrían al proyecto de la Ilustración, y a partir de esta lectura visceral se ha releído toda la tradición de la poesía, sin contar la producción posterior. Qué va que después de la II Guerra Mundial, y tras el ocaso de las vanguardias artísticas, la poesía tan sólo heredo el uso del lenguaje como modo de extrañamiento y, en el sentido popular, la cursilería.

Quiero esclarecer que nosotros, como productores de ideas en torno a la poesía y la creación de la misma, hemos sólo replicado el sentido romántico de la subjetividad por medio de la palabra, además de aumentar las posibilidades de condicionamiento de la escritura, de ahí que la poesía sea tan diversa pero al mismo tiempo tan igual, pues a pesar de agregar algunos toques de filosofía y algunos cuantos de ciencia en el fondo esa poesía es en sí misma una poesía impulsada por el motor romántico (ya desideologizado) y presiocista que tiene realmente como leitmotiv la transmisión de los sentimientos y pesares que nos acongojan o que deseamos mostrar.

Para mí, la poesía no está en escribir versos o en mostrar mi uso del lenguaje, sino en la forma relacional que tengo con las ideas y con el arte en general, con la música especialmente. La poesía, ya lo diría un ruso llamado Roman Jakobson, es una aplicación de la lengua, pero hay que agregar que esa aplicación de la lengua tiene una correlación estrecha con la visión del mundo y dialoga con otras aplicaciones de la lengua que no necesariamente son escritas u orales. Relación y creación estética a partir de nuestra propia óptica, ahí para mí está la poesía; su materialización en la estructura del poema o de un cuento o de una novela o de una pintura o de una película, es otra cosa.

¿De qué hablamos cuando hablamos de poesía contemporánea? Yo digo, al igual que Carver lo dice del amor, de nada.


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