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La estética trash de Primus

7 minutos de lectura

por Alberto R. León
categorías: música | ensayo | pensamientos
No existe el deber de recordar, sólo tenemos el derecho al olvido.

-- Jean-Luc Godard

Vea el siguiente póster y envidie:

Primus Poster

Además de que la cartelera es increíble, podemos advertir en el póster tres elementos sin los cuales no se podría pensar a la generación X: lo bizarro, el caos y lo grotesco. En suma serían tres categorías que operaron en el movimiento de contracultura de E.U. de los 90’s (especialmente en el inicio de la década) y que condensan grosso modo un discurso: el humor. Pero este humor no solo se encuentra en el ingenio del cartel, sino que además es encarnado por las bandas que participan en el evento que se promociona, especialmente en Primus, los headliners del recital.

Tomaré como referencia la división temporal del humor que Guilles Lipovetsky propone en su obra La era del vacío, así pues encontramos que, en términos generales, el humor tiene tres periodicidades: 1) el periodo festivo del carnaval en la Edad Media, momento en que se invierten los estamentos sociales, este suceso era de estricto carácter ritual (detallado por M. Bajtín); 2) en el Renacimiento, hasta bien entrada la sociedad moderna, tenemos un refinamiento del humor, donde la risa y la parodia se sometieron a una domesticación acorde a la sociedad racional, y 3) el periodo banal del humor, donde este se muestra despolitizado y simplón. Esta categorización es idónea ya nos ayuda a lograr ubicar la estética trahs que caracteriza a Primus. Me explico.

Como ya había dicho, Primus, al igual que Mr. Bungle y The Melvins, es un grupo que abandera lo grotesco, basta con escuchar las letras de sus canciones y echar un vistazo a sus videos, donde el stop motion es uno de los recursos más explotados por la banda y que los hacen desentonar visiblemente en comparación con los videos de otras bandas alternativas contemporáneas como Nirvana, Pixies o The cure, cuyo aire más sublime dota a sus videoclips de una solemnidad más que acorde a la calidad de sus canciones, caso contrario a Primus, que muestran una estética inquietante, burda y hasta cierto punto freak, congruente con sus temas musicales, que bien podrían ser perfectas para la celebración o motivo festivo, pero que en absoluto lo son. Un ejemplo lo tenemos en el video de “Mr. Krinle”, donde la personificación carnavalesca y la letra lúgubre es protagonizada por un cerdo humanoide que toca el chello en un aura más que tétrica.

La estética trash de Primus se encuentra en este discurso de la parodia posmoderna (de acuerdo con Lipovetsky), la cuál busca realizar una crítica “desinteresada”, pero se diferencia en que es fuertemente contrastada con lo grotesco que emplea Primus tanto en sus videos y letras como en sus presentaciones en vivo, donde representan un mundo desajustado emitido a través de un discurso visual y sonoro. “Mr. Krinkle” es ejemplo perfecto pues una burda crítica burlona es potenciada por los elementos visuales del video. Así podemos escuchar cómo Les Claypool canta “Hey oh Mr. Krinkle have you heard the brand new sound/ It’s a cross between Jimi Hendrix/ Bocephus, Cher and James Brown/ It’s called Heavy Hometown/ New Wave, cold-filtered, low-calorie dry/ C’mon Mr. Krinkle tell me why” en una más que evidente ironía al mismo tiempo que un show circense es llevado a cabo en el fondo. La crítica es evidente.

En este caso no estamos ante la banalización que Lipovetsky enuncia con esmero en su obra, sino ante la desesperación que enuncia Camille De Toledo, una desesperación que llevaría a la risa desfachada pero que no es emitida junto al “chiste” (aspecto que Lipovetsky no considera). Los videos y canciones de Primus son el preludio de la risa, el escenario que marcaba el aburrimiento de la generación X. La risa o el suicidio vienen después. Ante un mundo que parecía haber colapsado, lejos habían quedado aquellos años de los hippies y la psicodelia, de la primavera del 68, de la resistencia a las guerras, de las razones por luchar. Ahora sólo quedaban aquellos que contemplaban el derrumbe de un orden creado por las generaciones predecesoras. ¿Qué quedaba por hacer? Reírse de la forma más bizarra posible.

La risa de los vencidos, enuncia De Toledo, esa risa que sólo se pudo emitir porque era una generación derrotada sin haber luchado por algo. No es casual que grupos de la envergadura de Sonic Youth (con “Teenage riot”), Smashing Pumpkins (con “Siva”), Nirvana (en “Smell like teen spirit”), Pixies (con “Wave of mutilation”), Mr. Bungle (en “My ass is on fire”), Primus, y un largo etcétera, coincidan de forma tan tajante y hayan encontrado un escenario tan propicio para un público que tomaba el aburrimiento como principal medio de resistencia por una sola razón: el olvido. No se trata ya del humor “posmoderno”, sino de la risa por la risa.

Regresemos a la imagen del póster que puse al principio, qué notas, qué de extraño puede parecer este cartel que muestra a ancianos y funcionarios públicos de Norteamérica (entre ellos los Clinton y Reagan). Por qué la anciana está vestida como una joven desenfrenada, por qué un hippie raquítico parece sostener en “amor y paz” sin esperanza, por qué esta “burla”. Es tal vez porque ellos habrían construido la sociedad fangosa donde Primus, Mr. Bungle y Melvis iban a tocar, y porque la burla solo ellos, esa generación antecesora, serían los únicos que la sentirían.

Es por eso que la generación X no se burla, sino que busca ejercer un derecho, el derecho de olvidar, como dice el epígrafe del inicio, olvidar y desentenderse de los cambios sociales y situación que sus predecesores habían logrado, de carnavalizarlos, de no hacerse responsables de una nación que no formaron.

La estética trash de Primus radica en justamente el ciclo del humor que marcaba al principio: del humor de impacto banal a, una vez más, el carnavalezco, donde los estamentos son cambiados, y la crítica radical es representada por lo bizarro, la ironía y el sarcasmo, con el fin de olvidar, de abolir el tiempo pasado inmediato que causo, en ese entonces, el presente decadente y sin sentido. La abolición del tiempo, el olvido de la historia, es un ingrediente constitutivo del trash. Para el filósofo español Eloy Fernández Porta es prioritario considerar que “para el artista trash el pasado histórico no existe o es un referente nebuloso. Su perspectiva es presentista…” (Homo Sampler). El tiempo sin tiempo, sin discurso, sin entusiasmo, sin diversión. Mr Krinkle, tell me why?…


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Etiquetas: | #Música | #Primus | #Humor | #Gilles-Lipovetsky | #Trash